miércoles, 9 de mayo de 2012

Instrumentos Musicales


Tumbadora, guitarra, maracas, güiro, bongó, tambores batá, claves, trompeta china, tres, timbales, flauta, órgano oriental, violín y cencerro son unos pocos de los instrumentos que participan en la práctica musical del pueblo de Cuba. De manera individual o como parte de conjuntos se emplean en diversas esferas de realización de la música vinculándose estrechamente a la identidad cultural del cubano. El instrumento de música –con sus diferentes características morfológicas, usos y funciones– constituye una muestra fehaciente de los procesos transculturales ocurridos en Cuba desde el momento de la conquista y colonización del país hasta el presente, poniéndose en evidencia por intermedio de los estudios organológicos el rico mosaico étnico participante en el poblamiento de este territorio y en la integración de su cultura.

Tambores afrocubanos
La primera noticia que se tiene de los tambores en Cuba es reflejada en un acta del cabildo habanero del siglo XVI, donde nombran a Juan Emberas, recibiendo 36 ducados anuales por tocar el tambor en cuanto viera una nave a la vista, «desde la roca donde en 1590 se alzó el Castillo del Morro» (Natalio Galán, Cuba y sus Sones). Ese tipo de tambor llegó con el primer contingente militar español a la isla. Pero ya nuestros aborígenes contaban entre sus instrumentos musicales con un tambor idiófono, como escribió Gonzalo Fernández de Oviedo en 1851, hecho de un madero redondo, hueco y concavado. A éste Helio Orovio en su Diccionario de la Música Cubana le nombra «Mayohuacán» especificando que es un tambor xilofónico que tocaban los behiques (sacerdotes) y «se percutía con baquetas.»
Castellanos nos dice que en 1839 el gobernador Ezpeleta dio la orden de ofrecer licencia libre para hacer instrumentos musicales en la isla, y ahí es que el africano, —salvajemente transportado para trabajar como esclavo— impone la mayor influencia en la creación del tambor cubano. Aunque ya percutía su tambor en su tierra, tuvo en América que reinventarlo con las maderas y cueros que encontró, para poder seguir practicando sus creencias y tocarle, cantarle y bailarle a sus dioses.
Un poco antes de autorizarlos ya habían creado algunos, como los tambores de origen bantú llamados de «Yuka» que son tres (Caja, Mula y Cachimba); o los de origen dahomeyanos-arará «Tahona», que acompañaban a la variante de la rumba que lleva este mismo nombre; Don Ortiz menciona los Bocú como un membráfono de cuero lavado de caja abierta usado en «rituales Orilé (cruzado en Oriente)»; la «Tumba Francesa» que introdujeron en la provincia oriental los esclavos que emigraron con sus colonos franceses de Haití con los tambores Premier o Redublé, Second y Bulá o Bebé, también la Tamborita o Catá Tambora para el toque o baile Mazún; quizás los más importantes han sido los de origen yoruba, los tan famosos tambores «Batá» que también son tres: el «Iyá», «Itótele» y «Okónkolo». Después de creada la secta secreta Abakuá (1836), de procedencia carabalí, ellos introdujeron a sus ritos un trío de tambores llamados Bencomo, Cosilleremá y Llaibillembi.



Conga, Tumbadora, Bongó y Pailas
Además de los tambores mencionados en la Estampa anterior, construyeron varios tipos de marugas o maracas y según la Dra. Sanjurjo, los negros afrofranceses trajeron la «Marímbula» que produce tres o cuatro notas destacando «la armonía con la persistencia de bajo continuo» usándose en la música popular; los de procedencia carabalí crearon el «Ekón» especie de cencerro; y entre los de procedencia bantú se destaca el «Tingotalango» o «Tumbadera». Pero los instrumentos de influencia afrocubana que más se construyeron fueron los tambores que se impusieron en la música popular, destacándose la Conga, la Tumbadora, el Bongó y las Pailas. Poco antes de nacer el Bongó se habían creado las Pailas, indispensables en todos los conjuntos o charangas que toquen un Danzón.

Maracas
En el diccionario de Helio Orovio aparece la maraca en dos clasificaciones: la aborigen y la cubana. De la de los indocubanos cuenta que está «formada por dos tallos de magüey adheridos, que contienen piedrecillas en su interior.» En las tribus taínas solamente la podía usar el behique, sacerdote o médico hechicero, para ‘comunicarse con deidades que les traían prosperidad’, mucho tiempo después es que se usan como instrumentos rítmicos en las orquestas típicas, siendo indispensables en las Rumbas, Congas, Boleros y Guarachas. Desde el siglo XVI, debido a la escasez de instrumentos musicales que se traían de Europa, se comenzaron a usar las maracas en las misas católicas «junto a otros instrumentos creados en la Isla», como explicó airado el cronista José María de la Torre.
En Cuba además es usada una parecida en los ritos de algunos cultos sincréticos, como en Regla Ocha Yoruba-Lucumí el «Anakué» (maruga metálica) y el «Agógo» que son unas campanillas para evocar a sus «orishas»; los ñáñigos-Abakuá construyeron el «Erikundi» (sonajas); los de procedencia arará-Dahomey tienen otro tipo de maruga llamada «Assongué»; y en las Tumbas Francesas de Oriente usan una clase de maruga metálica que se le conoce como «Chachá». Existe además el «Chekeré», considerado a veces como un tipo de maraca.

Sobre las Maracas el gran investigador Natalio Galán en su insuperable libro «Cuba y sus sones» nos aclara: «Cuando los conquistadores llegaron encuentran el aborigen batiendo a una sola maraca. Fue el criollo quien emplea ambas, batidas por un solo ejecutante, con una resultante rítmica más rica.» Por lo que es cierto que en todas Las Antillas donde habitaban tribus de taínos existía ya la maraka o maraca, pero fue el criollo cubano el que introdujo las dos en su música autóctona, empezando por sus guateques guajiros e incluyendo sus orquestas urbanas.

Claves, el Güiro, Calabazo, Cencerro y Botija
Para el 1700 ya los cubanos contaban con tres de sus instrumentos más originales: las claves y las maracas, además del Güiro. Galán aclara que es a finales del siglo XVII que las claves «añadieron su timbre en los conjuntos populares, cuando La Habana comenzó a definirse como un arsenal, donde el negro esclavo gustó del sonido de las clavijas de ácanas que fijaban el maderamen de los barcos a modo de clavos.» En el diccionario de Helio Orovio dice que el Güiro posiblemente proceda de la música bantú «aunque no se puede desechar la idea de que los amerindios lo utilizaron.»

El calabazo es parecido, pero se confeccionaba con una especie de calabaza alargada y seca. El Guayo es manufacturado totalmente de metal, semejando el guayo de mano donde se rayaba el maíz o el queso. Al igual que las maracas y en muchos casos el cencerro, generalmente es tocado por uno de los cantantes o coristas del conjunto u orquesta donde se tiene. Del Cencerro dice Ortiz «imitación criolla del Ekón ñáñigo», por lo que fueron los afrocubanos de procedencia carabalí los primeros en usarlo. Ortiz también aclara que ofrece dos sonidos distintos dependiendo el lugar por donde sea percutido.

La Botija o Botijuela, que en sus días fue el instrumento que sustituyó al bajo. Consistía en una botija de barro de las que importaban el aceite «con una perforación o agujero pequeño en uno de sus lados, por el que se sopla, mientras con el movimiento de una de las manos introducida por la boca, se modifica el sonido, que sirve de acompañamiento al resto del conjunto.»



Tres
En Cuba tenemos un instrumento de cuerda muy hispánico al que nombramos Tres. Se deriva de la guitarra española. Relataba Alejo Carpentier en «La Música en Cuba» que el nacimiento del Tres se debe al año 1562, cuando se populariza “El Son de la Ma’Teodora”. El brazo se hacía de una madera más fuerte y las cuerdas de curricán encerado. Nené Manfugás, personaje casi legendario, lo tocaba sobre 1892, por las calles de Santiago de Cuba, traído de Baracoa.» Al parecer Nené Manfugás fue muy popular en el carnaval de Santiago de Cuba desde el año 1892 donde ejecutaba «un instrumento rústico de tres cuerdas dobles y una caja de madera llamado tres».
Entre los instrumentos de cuerda preferidos por nuestro pueblo además de nuestro Tres y la guitarra española, estaban el Laúd de procedencia árabe parecido a la Mandolina; similar al Laúd teníamos la Bandurria española que antiguamente era de 3 cuerdas sin trastes en el mástil. Estos instrumentos se usaron mayormente en la música rural además, le agregaron el machete (que percutían con un cuchillo por el lomo del mismo y con un clavo o varilla por el dorso); Quijadas (que es el hueso maxilar superior o inferior de un animal de carga que moviéndose o frotando suavemente se le saca sonido a los dientes cuando chocan entre sí); «Reja» o diente o pico de arado (a falta de cencerro le sacaban un sonido muy similar percutiéndolo generalmente con un clavo de línea).



También se han visto en las congas callejeras del Carnaval y antiguamente en el Día de Reyes elementos sonoros y rítmicos como: El Sanmartín (una plancha simple de hierro bien templado encorvada que se percute con una barita de hierro dando solamente dos notas); Galleta (tambor similar al bombo, pero más achatado); Cuchara (de las que también se usan para comer, se hacen percutir sobre cualquier superficie de madera); Cajón (preferiblemente de bacalao que sustituye al tambor a falta de éste, percutiéndose igualmente con las manos); Sartén (dos sartenes pequeños sujetados a una armazón de madera para poderse apoyar, se percute con dos baquetas o varillas metálicas o de madera). No podemos olvidar a la «Corneta China» adaptada a nuestra música, como dijera Ortiz «transculturada» que se introdujo primeramente en las comparsas asiáticas del barrio chino habanero.

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