Tumbadora, guitarra, maracas, güiro, bongó, tambores batá,
claves, trompeta china, tres, timbales, flauta, órgano oriental, violín y
cencerro son unos pocos de los instrumentos que participan en la práctica
musical del pueblo de Cuba. De manera individual o como parte de conjuntos se
emplean en diversas esferas de realización de la música vinculándose
estrechamente a la identidad cultural del cubano. El instrumento de música –con
sus diferentes características morfológicas, usos y funciones– constituye una
muestra fehaciente de los procesos transculturales ocurridos en Cuba desde el
momento de la conquista y colonización del país hasta el presente, poniéndose
en evidencia por intermedio de los estudios organológicos el rico mosaico
étnico participante en el poblamiento de este territorio y en la integración de
su cultura.
Tambores afrocubanos
La primera noticia que se tiene de los tambores en Cuba es
reflejada en un acta del cabildo habanero del siglo XVI, donde nombran a Juan
Emberas, recibiendo 36 ducados anuales por tocar el tambor en cuanto viera una
nave a la vista, «desde la roca donde en 1590 se alzó el Castillo del Morro»
(Natalio Galán, Cuba y sus Sones). Ese tipo de tambor llegó con el primer
contingente militar español a la isla. Pero ya nuestros aborígenes contaban
entre sus instrumentos musicales con un tambor idiófono, como escribió Gonzalo
Fernández de Oviedo en 1851, hecho de un madero redondo, hueco y concavado. A
éste Helio Orovio en su Diccionario de la Música Cubana le nombra «Mayohuacán»
especificando que es un tambor xilofónico que tocaban los behiques (sacerdotes)
y «se percutía con baquetas.»
Castellanos nos dice que en 1839 el gobernador Ezpeleta dio
la orden de ofrecer licencia libre para hacer instrumentos musicales en la
isla, y ahí es que el africano, —salvajemente transportado para trabajar como
esclavo— impone la mayor influencia en la creación del tambor cubano. Aunque ya
percutía su tambor en su tierra, tuvo en América que reinventarlo con las
maderas y cueros que encontró, para poder seguir practicando sus creencias y
tocarle, cantarle y bailarle a sus dioses.
Un poco antes de autorizarlos ya habían creado algunos, como
los tambores de origen bantú llamados de «Yuka» que son tres (Caja, Mula y
Cachimba); o los de origen dahomeyanos-arará «Tahona», que acompañaban a la
variante de la rumba que lleva este mismo nombre; Don Ortiz menciona los Bocú
como un membráfono de cuero lavado de caja abierta usado en «rituales Orilé
(cruzado en Oriente)»; la «Tumba Francesa» que introdujeron en la provincia
oriental los esclavos que emigraron con sus colonos franceses de Haití con los
tambores Premier o Redublé, Second y Bulá o Bebé, también la Tamborita o Catá
Tambora para el toque o baile Mazún; quizás los más importantes han sido los de
origen yoruba, los tan famosos tambores «Batá» que también son tres: el «Iyá»,
«Itótele» y «Okónkolo». Después de creada la secta secreta Abakuá (1836), de
procedencia carabalí, ellos introdujeron a sus ritos un trío de tambores
llamados Bencomo, Cosilleremá y Llaibillembi.
Conga, Tumbadora, Bongó y Pailas
Además de los tambores mencionados en la Estampa anterior,
construyeron varios tipos de marugas o maracas y según la Dra. Sanjurjo, los
negros afrofranceses trajeron la «Marímbula» que produce tres o cuatro notas
destacando «la armonía con la persistencia de bajo continuo» usándose en la
música popular; los de procedencia carabalí crearon el «Ekón» especie de
cencerro; y entre los de procedencia bantú se destaca el «Tingotalango» o
«Tumbadera». Pero los instrumentos de influencia afrocubana que más se
construyeron fueron los tambores que se impusieron en la música popular,
destacándose la Conga, la Tumbadora, el Bongó y las Pailas. Poco antes de nacer
el Bongó se habían creado las Pailas, indispensables en todos los conjuntos o charangas
que toquen un Danzón.
Maracas
En el diccionario de Helio Orovio aparece la maraca en dos
clasificaciones: la aborigen y la cubana. De la de los indocubanos cuenta que
está «formada por dos tallos de magüey adheridos, que contienen piedrecillas en
su interior.» En las tribus taínas solamente la podía usar el behique,
sacerdote o médico hechicero, para ‘comunicarse con deidades que les traían
prosperidad’, mucho tiempo después es que se usan como instrumentos rítmicos en
las orquestas típicas, siendo indispensables en las Rumbas, Congas, Boleros y
Guarachas. Desde el siglo XVI, debido a la escasez de instrumentos musicales
que se traían de Europa, se comenzaron a usar las maracas en las misas católicas
«junto a otros instrumentos creados en la Isla», como explicó airado el cronista
José María de la Torre.
En Cuba además es usada una parecida en los ritos de algunos
cultos sincréticos, como en Regla Ocha Yoruba-Lucumí el «Anakué» (maruga
metálica) y el «Agógo» que son unas campanillas para evocar a sus «orishas»;
los ñáñigos-Abakuá construyeron el «Erikundi» (sonajas); los de procedencia
arará-Dahomey tienen otro tipo de maruga llamada «Assongué»; y en las Tumbas
Francesas de Oriente usan una clase de maruga metálica que se le conoce como
«Chachá». Existe además el «Chekeré», considerado a veces como un tipo de
maraca.
Sobre las Maracas el gran investigador Natalio Galán en su
insuperable libro «Cuba y sus sones» nos aclara: «Cuando los conquistadores
llegaron encuentran el aborigen batiendo a una sola maraca. Fue el criollo
quien emplea ambas, batidas por un solo ejecutante, con una resultante rítmica
más rica.» Por lo que es cierto que en todas Las Antillas donde habitaban
tribus de taínos existía ya la maraka o maraca, pero fue el criollo cubano el
que introdujo las dos en su música autóctona, empezando por sus guateques
guajiros e incluyendo sus orquestas urbanas.
Claves, el Güiro, Calabazo, Cencerro y Botija
Para el 1700 ya los cubanos contaban con tres de sus
instrumentos más originales: las claves y las maracas, además del Güiro. Galán
aclara que es a finales del siglo XVII que las claves «añadieron su timbre en
los conjuntos populares, cuando La Habana comenzó a definirse como un arsenal,
donde el negro esclavo gustó del sonido de las clavijas de ácanas que fijaban
el maderamen de los barcos a modo de clavos.» En el diccionario de Helio Orovio
dice que el Güiro posiblemente proceda de la música bantú «aunque no se puede
desechar la idea de que los amerindios lo utilizaron.»
El calabazo es parecido, pero se confeccionaba con una
especie de calabaza alargada y seca. El Guayo es manufacturado totalmente de
metal, semejando el guayo de mano donde se rayaba el maíz o el queso. Al igual
que las maracas y en muchos casos el cencerro, generalmente es tocado por uno
de los cantantes o coristas del conjunto u orquesta donde se tiene. Del
Cencerro dice Ortiz «imitación criolla del Ekón ñáñigo», por lo que fueron los
afrocubanos de procedencia carabalí los primeros en usarlo. Ortiz también
aclara que ofrece dos sonidos distintos dependiendo el lugar por donde sea
percutido.
La Botija o Botijuela, que en sus días fue el instrumento
que sustituyó al bajo. Consistía en una botija de barro de las que importaban
el aceite «con una perforación o agujero pequeño en uno de sus lados, por el
que se sopla, mientras con el movimiento de una de las manos introducida por la
boca, se modifica el sonido, que sirve de acompañamiento al resto del
conjunto.»
Tres
En Cuba tenemos un instrumento de cuerda muy hispánico al
que nombramos Tres. Se deriva de la guitarra española. Relataba Alejo
Carpentier en «La Música en Cuba» que el nacimiento del Tres se debe al año
1562, cuando se populariza “El Son de la Ma’Teodora”. El brazo se hacía de una
madera más fuerte y las cuerdas de curricán encerado. Nené Manfugás, personaje
casi legendario, lo tocaba sobre 1892, por las calles de Santiago de Cuba,
traído de Baracoa.» Al parecer Nené Manfugás fue muy popular en el carnaval de
Santiago de Cuba desde el año 1892 donde ejecutaba «un instrumento rústico de
tres cuerdas dobles y una caja de madera llamado tres».
Entre los instrumentos de cuerda preferidos por nuestro
pueblo además de nuestro Tres y la guitarra española, estaban el Laúd de
procedencia árabe parecido a la Mandolina; similar al Laúd teníamos la
Bandurria española que antiguamente era de 3 cuerdas sin trastes en el mástil.
Estos instrumentos se usaron mayormente en la música rural además, le agregaron
el machete (que percutían con un cuchillo por el lomo del mismo y con un clavo
o varilla por el dorso); Quijadas (que es el hueso maxilar superior o inferior
de un animal de carga que moviéndose o frotando suavemente se le saca sonido a
los dientes cuando chocan entre sí); «Reja» o diente o pico de arado (a falta
de cencerro le sacaban un sonido muy similar percutiéndolo generalmente con un
clavo de línea).
También se han visto en las congas callejeras del Carnaval y
antiguamente en el Día de Reyes elementos sonoros y rítmicos como: El Sanmartín
(una plancha simple de hierro bien templado encorvada que se percute con una
barita de hierro dando solamente dos notas); Galleta (tambor similar al bombo,
pero más achatado); Cuchara (de las que también se usan para comer, se hacen
percutir sobre cualquier superficie de madera); Cajón (preferiblemente de
bacalao que sustituye al tambor a falta de éste, percutiéndose igualmente con
las manos); Sartén (dos sartenes pequeños sujetados a una armazón de madera
para poderse apoyar, se percute con dos baquetas o varillas metálicas o de
madera). No podemos olvidar a la «Corneta China» adaptada a nuestra música,
como dijera Ortiz «transculturada» que se introdujo primeramente en las
comparsas asiáticas del barrio chino habanero.
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