La música cubana fue creada con elementos tomados de los
distintos grupos étnicos que integraron su población.
Dos complejos multiétnicos, el hispánico y el africano, se
presentan como fundamentales en la heterogeneidad de las vertientes culturales
que forman parte de la cultura cubana. Con la llegada de los colonizadores a
Cuba, van a desaparecer las razas culturales que pudieron aportar los
aborígenes a nuestra cultura musical cubana.
Era una música primitiva –los grupos más adelantados
llegaban sólo al neolítico produciendo una cerámica primaria- y los
instrumentos que usaron posiblemente no realizaron sonidos determinados que
pudieran establecer una escala. El choque de culturas resultaría también
violento en la música y aún cuando los cronistas describen juegos, danzas y
cantos, ejecutados por flautilla, fotutos, pito de cerámica, atabales y
sonajeros, no existe una notación musical ni un documento histórico que ofrezca
un elemento comparativo, con el cual elaborar una hipótesis sobre el aporte
aborigen a la música cubana.
De sus nebulosos orígenes al reconocimiento universal de que
goza hoy en día, la música cubana ha crecido en estatura y sus aspectos
folklóricos y populares han influenciado progresivamente el modo de hacer
musical de otras culturas.
A mediados del siglo dieciocho, y su formalización y
desarrollo durante el diecinueve, la música cubana literalmente explota con
gran fuerza en la escena internacional durante la década que va de 1920 a 1930.
Como en el caso de la música de otros países, la música cubana exhibe
claramente dos caras de una misma moneda: una formada por elementos folklóricos
y formas de expresión populares (que se transforman luego en comerciales), y
otra, más abstracta y compleja, dentro de la cual algunos compositores cubanos
han recorrido la difícil ruta de la música de arte. Esta última forma o manera de
comunicación, llamada también música clásica, música erudita, música culta,
música seria, o música de concierto, es la menos reconocida en el mercado
internacional, y por su falta de exposición y por su innata complejidad ha sido
casi totalmente ignorada por los propios cubanos, del escritor al obrero, del
político al industrial, de las clases pudientes a las pobres, de historiadores
a ávidos amantes de la música popular.
Según el origen de sus influencias, podríamos hacer una
división fundamental entre la música euro-cubana y la afro-cubana, y de una muy
extensa derivación de ambas, con sus variadas manifestaciones populares a
través de los años y por las cuales la música de Cuba ha sido siempre
reconocida a través del mundo y por muchas generaciones.
La música cubana nace de una amalgama de las fórmulas del
folklore musical español y de los ritmos africanos, éstos últimos traídos a Cuba
por los esclavos negros. Una mínima influencia francesa -consistente
principalmente en modelos basados en las danzas de Rameau- apareció en Santiago
de Cuba trasladada por esclavos hatianos y por terratenientes franceses que
habían huido a la parte oriental de Cuba tras las insurrecciones en Haití, pero
pronto se diluyó y despareció, no dejando casi huella. La riqueza fenomenal del
folklore español, mezclada con el vigor de la música africana, creó velozmente
una exhuberante y explosiva urdimbre musical. Si bien desde el punto de vista
de la armonía y de la forma la música cubana no ha inventado nada original,
melódica y rítmicamente ha producido una colección asombrosa de procedimientos
de fácil identificación, los cuales, como se ha apuntado anteriormente, se han
paseado por el mundo entero.
Cualquier clasificación que se pretenda hacer de la música
cubana dependerá más bien del grado de mezcla entre las influencias europeas y
africanas que se descubran en ella. Ahora bien, reducirla a esta clasificación
sería demasiado simple, pues en realidad la música cubana es el rico y complejo
resultado de la fusión creativa de estas dos fuentes, al que se ha adicionado
históricamente la influencia de las más diversas culturas y tendencias
musicales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario