domingo, 13 de mayo de 2012

Nueva Trova Cubana


Los años 60 y 70 fueron de gran agitación política y social en el mundo, en general, y en América Latina, en particular. La Revolución Cubana; la matanza de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco, México; las dictaduras militares latinoamericanas, muchas de ellas solventadas por los EEUU en su lucha contra la expansión del comunismo en Latinoamérica; la elección de Salvador Allende -que rompió la tesis de que la izquierdo solo podría tomar el poder por el fusil- y el posterior golpe de estado del general Pinochet; además del mayo francés del 68; el movimiento hippie y las marchas en San Francisco y Washington contra la guerra de Vietnam son todos ellos algunos de los acontecimientos más significativos de aquellas décadas.

En este contexto, se forjó en nuestro continente un género musical denominado como canción testimonial, canción revolucionaria o nueva canción latinoamericana. Este movimiento musical se vio reforzado por la impronta de la Revolución Cubana y de las diferentes luchas sociales que tenían lugar en las naciones latinoamericanas, cuyos gobiernos atravesaban una creciente crisis económica. Este género musical se desarrolló como una manifestación dentro de un marco mayor de propuestas artísticas como la literatura, la pintura y las artes plásticas. Especial relevancia tuvo en Cuba el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos) conformado durante los primeros años de la Revolución por músicos de primer nivel con el objetivo de investigar en el ámbito artístico musical y la creación de música para documentales y películas. De esta manera, se pretendía relanzar la música cubana fuera de los criterios del mercado (aunque también es cierto que funcionó como un órgano al servicio del castrismo, puesto que sus miembros difícilmente pudieron formular alguna crítica al régimen). Noel Nicola, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez son algunas de las figuras más notables de este proyecto musical que a la postre, dio origen a la nueva trova cubana.



Cuando digo que pretendían relanzar la música cubana al mundo me refiero a que se quería tomar distancia de aquellos géneros que desde el mercado y de la cultura de masas se tomaban como tradicionalmente cubanos,tales como el guaguanco, la guaracha, la salsa, el son, el cha cha cha y otros géneros musicales considerados contrarrevolucionarios, ya que solían ejecutarse en los clubes nocturnos más célebres de La Habana como el Tropicana, que a parte de otros centros nocturnos, fueron calificados como símbolos de la decadencia moral y corrupción social. Esta censura a ciertos géneros musicales se extendió también a los intérpretes y agrupaciones cubanas que desde el extranjero no apoyaron la Revolución: Olga Guillot, Gloria Stefan y la finada Celia Cruz figuran entre las cantantes que en el exilio consolidaron sus carreras, pero abiertamente censuradas por el régimen castrista en la isla. Por todo ello, no sería exagerado afirmar que el ICAIC y el Grupo de Experimentación Sonora (GESI) formaron parte de un proyecto político que utilizó el arte musical como vehículo para difundir los ideales de la revolución.

Sin embargo, de esto último no debe seguirse que todas las composiciones del GESI apuntaron a convertirse en panfletos musicales de la Revolución. Lo que sucedió es que estos compositores viajaban auspiciados por el Gobierno cubano a diversos eventos en el mundo, sobre todo en los países de Europa Oriental, donde participaban en festivales organizados por universidades, sindicatos, gremios laborales, centros estudiantiles, etc., en los que estos músicos cubanos podían expresar con "libertad" sus creaciones. Dudo mucho que alguien como Silvio Rodríguez o Pablo Milanés hayan creado temas por encargo, más bien me parece que, más allá que estemos de acuerdo o no con su postura política, sus creaciones son valiosas, además de las virtudes musicales, porque se nota en ellas una real convicción por lo que creían (o que siguen creyendo).



En este contexto, la nueva trova cubana se convirtió en un movimiento musical con una propuesta artística y política que tomaría impulso a la luz de los acontecimiento sociales que sacudían a América Latina por aquellos años.(Un fenómeno análogo sucedía en los Estados Unidos con Bob Dylan y Joan Báez por mencionar dos nombres notables dentro de una gama mayor de artistas que dieron nuevo aliento a la música folk). Si bien mantuvo la esencia de la trova cubana de fines del siglo XIX, la nueva trova cubana se enriqueció con los aportes de la música contemporánea como el jazz, el feeling, así como de la música popular. Esto demuestra que los músicos del GESI no apelaron en ningún momento a reivindicaciones nacionalistas que desdeñaran aquello que se hacía fuera de la isla, incluso en los países donde el capitalismo dictaminara la valoración de la cultura de masas.



Los ecos de la nueva trova cubana se dejaron sentir en toda Latinoamérica, pero en Chile y Argentina hubo una recepción muy especial debido a la situación política que atravesaban ambos países: dictaduras militares, represión, crisis económica y un creciente rechazo de los sectores populares contra la política exterior estadounidense. Fuera de la isla, algunos músicos que cultivaron la nueva trova o géneros afines fueron perseguidos y/o exiliados (Víctor Jara fue torturado y asesinado en el Estadio Nacional de Chile durante los primeros días de la dictadura pinochetista). Los contenidos de las canciones adquirieron cada vez más un tono contestatario y testimonial y sirvieron para demostrar el rechazo que determinado sector de la sociedad sentía frente a la represión social. A pesar de esto, y salvando las características particulares de los compositores, en la mayoría de casos no se sacrificaba el gusto estético ante la protesta radical, algo que para muchos creadores es una conciliación difícil de realizar: era posible protestar y cantarle al amor de pareja, de hijo, de padres, a la patria y en fin, a cualquier tema sin renunciar a la estética.

Más de 30 años después de la formación de la nueva trova cubana y 50 de la Revolución, mucha agua ha corrido bajo el puente. A Silvio y Pablo les han sucedido tres generaciones de trovadores cubanos cada uno con su estilo particular. Se habló durante algún tiempo de la novísima y de la novísima trova. Entre ellos destacan, a mi gusto, Carlos Varela, Alejandro Filio y Liuba María Hebia entre otros.



. Ahora la trova no es un género que digamos de culto, sino más bien, masivo; basta con un click para bajar toda la música que se quiera. Sin embargo, creo que la experiencia de buscar no siempre con la expectativa de éxito, un libro o un álbum, encontrarlo, escucharlo o leerlo mil veces, jamás podrá ser remplazado por la facilidad que nos brinda la tecnología actual.



sábado, 12 de mayo de 2012

VIEJA TROVA CUBANA


"La trova —ese canto poético y romántico lleno de sentimiento que a unos gusta de primera, a otros de segunda, pero que en algún momento a todos nos queda— nace como una derivación del danzón cubano y de la contradanza."

por María del Pilar Montes de Oca Sicilia


La Trova es una de las facetas más interesantes de la cultura musical cubana. En su contexto creativo surgieron unos y se desarrollaron otros de los géneros de la cancionística popular más desarrollada. Principalmente la guitarra y también otros cordófonos son el ámbito instrumental en que la voz, el canto, la poesía, encuentran sustentos y entornos tímbricos y armónicos.

Manuel Corona, Alberto Villalón, Rosendo Ruiz y Sindo Garay. Son los antiguos dioses de la canción cubana. Ellos cuatro constituyeron el núcleo de lo que luego se llamó la Vieja Trova, un movimiento representativo en la canción cubana.

Del último de ellos, Sindo, conozco que vivió 101 años (1867-1968) y participó en las Guerras Independentistas como mensajero de las tropas insurrectas. Dicen que trabajó en un circo, fue maromero y payaso.


Aprendió a leer y escribir con los carteles de los kioskos. Le puso a todos sus hijos nombres típicos de los aborígenes cubanos: Guarina, Guarionex, Guamá, Hatuey. Compuso Perla Marina, un tema clásico, y constituyó una luz entre sus contemporáneos. Quizás por eso la historia le reservó un lugar escogido.

La Vieja Trova, surgió en Santiago de Cuba, tierra de son, bolero y de las más grandes fiestas populares en la Mayor de las Antillas. Toma el nombre de los trovadores provenzales que recorrieron Francia en plena Edad Media. El maestro Pepe Sánchez fue su primera figura a finales del siglo XIX. Sindo, Villalón y Rosendo crecieron al amparo de su tutelaje.

Más tarde, en la antigua provincia de Las Villas, apareció Manuel Corona con su Longina y Mercedes. Todas canciones dedicadas a mujeres que no lo quisieron. De ese mismo territorio, constituido en segunda cuna de la trova, venía Miguel Companioni un ciego que aprendió a tocar la armónica de manera autodidacta. Había sido panadero, vendedor y aprendiz de telegrafista. Alcanzó la fama definitiva con el tema Mujer perjura.

Los trovadores llevaban una vida bohemia. Se les contrataba para cantar debajo de las ventanas de las señoritas y las novias de los aristócratas. La mayor parte de las veces terminaban la noche en un bar o durmiendo en el parque. Muchos de ellos murieron pobres y en el olvido.


Desde sus inicios fue expresión de confluencias de las músicas que sonaban en los cantos populares anónimos, con expresiones de la música profesional que tuvieron su origen en el teatro musical, incluyendo el operístico.

Con ella se fijó en la cultura popular de Cuba la imagen nunca ausente hasta nuestros días del cantautor "trashumante" y bohemio, cronista reflexivo de asuntos humanos y del amor en todos sus matices.



En el siglo XX se desatan con mayor fuerza el sincretismo y paralelamente la proyección creativa autóctona trovadoresca, no sólo con sus valores con el son, expresados en primer lugar en la obra de Miguel Matamoros y su emblemático trío. Dúos como los de María Teresa Vera y Rafael Zequeira, el también famoso de Los Compadres con Lorenzo Hierrezuelo (Compay Primo) y Francisco Repilado (Compay Segundo), sextetos, septetos, conjuntos, bandas cubanas y otros formatos.


Música clásica Cubana. (Música seria)


Como mencionamos con anterioridad, esta última forma o manera de comunicación, llamada también música, música erudita, música culta, música seria, o música de concierto, es la menos reconocida en el mercado internacional, y por su falta de exposición y por su innata complejidad ha sido casi totalmente ignorada por los propios cubanos, del escritor al obrero, del político al industrial, de las clases pudientes a las pobres, de historiadores a ávidos amantes de la música popular.

No obstante durante el siglo diecinueve que Cuba produce sus primeros instrumentistas de renombre internacional, del pianista José Manuel (Lico) Jiménez (1855-1917) y de la pianista y compositora Cecilia Aritzi (1856-1930) a los violinistas Claudio José Domingo Brindis de Salas (1852-1911) y José White (1836-1912). Jiménez, tras muchos viajes de conciertos por todo el mundo, emigró a Alemania. Activo en la Corte de Weimar, fue amigo de Liszt, se casó con una dama alemana y murió en Hamburgo, donde está sepultado.



White escribió obras de piano, para clavicordio y orquesta, y para cuarteto de cuerdas, y su fama como compositor se asienta principalmente en un excelente "Concierto para Violín y Orquesta" y en la siempre popular "La Bella Cubana", para violín y piano, transcrita posteriormente para voz y piano. Desde un punto de vista artístico-sociológico es importante hacer notar que Jiménez, Brindis de Salas y White eran músicos mulatos y negros que tuvieron carreras nacionales e internacionales triunfantes, lo cual atestigua con gran fuerza que sus pujantes e importantes personalidades musicales lograron imponerse más allá de barreras raciales y económicas.

Compositores cubanos del siglo diecinueve que crearon obras aún bajo fuerte influencia europea son Gaspar Villate (1851-1891) y Laureano Fuentes Matons (1825-1898), ambos autores de óperas que seguían los patrones italianos y franceses, y algunas de cuyas piezas fueron estrenadas en París y en Madrid; a José Mauti (1855-1937), autor de numerosas zarzuelas y de varias piezas sinfónicas, y a Guillermo Tomás (1868-1937). Tomás fue el único compositor cubano de esa época cuya música exhibe una fuerte influencia alemana. Como director de orquesta no sólo tocó a Wagner por primera vez en Cuba sino que expuso a las audiencias cubanas, también por primera vez, a la música de Richard Strauss -cuyo poema sinfónico "Así hablaba Zaratustra" fue escuchado en La Habana sólo 13 años después de su estreno en Frankfurt (ocurrido en 1896)- y a la música de Max Reger.

Antes de explorar el mundo de la música de arte cubana deben mencionarse dos compositores quienes, aunque primordialmente actuaron dentro de las fronteras de la música popular y comercial, se aventuraron a crear obras musicales de mayor envergadura y quienes por tanto, ocasionalmente, se adentraron en el campo de la música cubana clásica. Fueron ellos Gonzalo Roig (1890-1970), cuya opereta cubana "Cecilia Valdés" (1932) y cuyo "Quiéreme mucho" (1911) han circunnavegado el globo, y Ernesto Lecuona (1895-1963), cuyas obras de teatro lírico crearon una importante colección de zarzuelas cubanas, y cuyas mejores piezas para piano se han hecho mundialmente famosas.



Es también dentro del marco del siglo veinte que la música de arte cubana se desarrolló como una de las contribuciones importantes a la historia de Cuba. Los dos primeros compositores cubanos de música de arte que abrazaron las técnicas contemporáneas (en este caso la música de Stravinsky y de Bartók) son Amadeo Roldán (1900-1939) y Alejandro García Caturla (1906-1940), cuyas ricas y atrevidas paletas armónicas, su uso de las grandes formas sinfónicas, y su magnética manipulación de las fuerzas orquestales lograron situar por vez primera a la música cubana dentro de la música de arte contemporánea universal. Los dos ballets de Roldán "La Rebambaramba" (1928) y "El Milagro de Anaquillé" (1929), y el poema sinfónico de Caturla "La Rumba" (1933) permanecen siendo imponentes y valiosísimos documentos de la música de arte cubana.

Del binomio Roldán-Caturla al presente, la música culta cubana ha continuado creciendo en poder e imaginación, despertando un creciente respeto y admiración internacionales. Tras estos dos compositores mencionados, la música de arte cubana se mueve a través de los años de actividad de José Ardévol (1911-1981), compositor catalán radicado en Cuba desde los años 30 que fue fundador y mentor del primer grupo integral de compositores cubanos de música de arte. Ardévol y este grupo de compositores jóvenes compartían credos estéticos y técnicos comunes, creando así una verdadera escuela de compositores que se agruparon bajo el nombre de Grupo de Renovación Musical. El Grupo de Renovación incluyó a algunos de los compositores que actualmente son los decanos de la música de arte cubana.

Muchos de ellos permanecieron en Cuba tras el triunfo de la revolución castrista, y entre éstos hay que mencionar al también musicólogo y crítico musical Edgardo Martín (nacido en 1915); a Harold Gramatges (nacido en 1918), quien recientemente fue galardonado con un prestigioso premio internacional creado por la Sociedad General de Autores y Editores de España; a Gisela Hernández (1912-1971); a Hilario González (nacido en 1920); y a Argeliers León (1918-1988), quien fue también un importante musicólogo e investigador.

Un valioso y variado grupo joven de compositores cubanos de música de arte continúan la tarea de expandir la dimensión y el alcance de este tipo de música. Constituyen una generación profundamente afectada por el triunfo de la revolución castrista. Este nuevo contingente de compositores cubanos de música culta incluye a Sergio Fernández Barroso (nacido en 1946), residente del Canadá por muchos años, cuya música para computadoras le ha traido mucho reconocimiento y triunfo; a Tania León (nacida en 1943), quien vive en Nueva York, es consejera de numerosas orquestas sinfónicas e instituciones musicales norteamericanas, actúa asimismo continuamente como directora de orquesta, y es autora de una ópera que se estrenó en Ginebra en 1999; y a Raúl Murciano, Orlando Jacinto García, Julio Roloff, Armando Tranquilino y Viviana Ruiz, todos residentes en Miami.



Estilísticamente, todos estos multifacéticos compositores cubanos de música de arte, de Roldán al presente, han colocado a Cuba en la vanguardia de la composición musical universal de nuestros días, utilizando politonalidad, atonalidad, procedimientos seriales, elementos aleatorios, medios electrónicos, formas abiertas, notación proporcional y gráfica, y medios de expresión post-seriales y post-modernistas.

miércoles, 9 de mayo de 2012

SON CUBANO


El son cubano es un género musical originario del este de Cuba, región popularmente conocida como región oriental u oriente cubano y que comprende las provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba, Holguín, Las Tunas y Granma.

El músico y escritor Laureano Fuentes Matons recogió en su libro "Las artes en Santiago de Cuba" publicado en 1893 la canción Son de la Ma´Teodora, considerándola como el primer son conocido. Esta canción aparece como escrita en Santiago de Cuba en 1562 por las hermanas Micaela y Teodora Ginés, dos negras libertas originarias de Santo Domingo. 

Por otro lado, historiadores como Alberto Muguercia y Danilo Orozco consideran equivocada esa afirmación, llegando incluso a poner en tela de juicio su existencia, considerándola como "apócrifa" y carente de documentos históricos que avalen su creación. No obstante, en el "Son de la Ma´ Teodora" reproducido por el cubano Laureano Fuentes Matóns en 1893, están presentes características del género del son cubano, como lo es el diálogo entre solista y coro.

Si bien presenta elementos de música bantú y española, el son surge en Guantánamo, Baracoa, Manzanillo y Santiago de Cuba a finales del siglo XIX. Su origen está íntimamente vinculado al Changüi, considerado como el ritmo madre del son. En 1892, el tresista baracoense de ascendencia haitiana Nené Manfugás lo lleva del monte a los carnavales de Santiago de Cuba.

El son llegó de Oriente a La Habana alrededor del 1909, traído posiblemente por los soldados del ejército permanente. En 1916 se crea el "Cuarteto Oriental" , que posteriormente se convertiría en 1918 en el Sexteto Habanero, había llevado el género a La Habana, estableciendo el formato de las bandas de son en lo adelante.

Con el establecimiento en la década de 1920 de la radiodifusión comercial, comenzó el auge y popularización del son, siendo el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, uno de los principales representantes de esta época. Piñeiro es el creador de Échale salsita, primera vez que se usó la palabra salsa para denominar a la música cubana.

El son evolucionó dando origen a otros géneros como el son montuno, el mambo y la salsa, aunque aún es interpretado por agrupaciones tradicionales en Cuba, Perú, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Estados Unidos y República Dominicana.

Los grupos soneros originalmente estaban conformados por tres cubano, (especie de guitarra de tres pares de cuerdas), bongó, maracas y una Marímbula, que hacia las veces de bajo en el son tradicional cubano. Más tarde, se añadió guitarra, el Contrabajo sustituyó la marímbula y se adicionó la trompeta en 1927, elemento característico de la formación de los septetos de son.



Instrumentos Musicales


Tumbadora, guitarra, maracas, güiro, bongó, tambores batá, claves, trompeta china, tres, timbales, flauta, órgano oriental, violín y cencerro son unos pocos de los instrumentos que participan en la práctica musical del pueblo de Cuba. De manera individual o como parte de conjuntos se emplean en diversas esferas de realización de la música vinculándose estrechamente a la identidad cultural del cubano. El instrumento de música –con sus diferentes características morfológicas, usos y funciones– constituye una muestra fehaciente de los procesos transculturales ocurridos en Cuba desde el momento de la conquista y colonización del país hasta el presente, poniéndose en evidencia por intermedio de los estudios organológicos el rico mosaico étnico participante en el poblamiento de este territorio y en la integración de su cultura.

Tambores afrocubanos
La primera noticia que se tiene de los tambores en Cuba es reflejada en un acta del cabildo habanero del siglo XVI, donde nombran a Juan Emberas, recibiendo 36 ducados anuales por tocar el tambor en cuanto viera una nave a la vista, «desde la roca donde en 1590 se alzó el Castillo del Morro» (Natalio Galán, Cuba y sus Sones). Ese tipo de tambor llegó con el primer contingente militar español a la isla. Pero ya nuestros aborígenes contaban entre sus instrumentos musicales con un tambor idiófono, como escribió Gonzalo Fernández de Oviedo en 1851, hecho de un madero redondo, hueco y concavado. A éste Helio Orovio en su Diccionario de la Música Cubana le nombra «Mayohuacán» especificando que es un tambor xilofónico que tocaban los behiques (sacerdotes) y «se percutía con baquetas.»
Castellanos nos dice que en 1839 el gobernador Ezpeleta dio la orden de ofrecer licencia libre para hacer instrumentos musicales en la isla, y ahí es que el africano, —salvajemente transportado para trabajar como esclavo— impone la mayor influencia en la creación del tambor cubano. Aunque ya percutía su tambor en su tierra, tuvo en América que reinventarlo con las maderas y cueros que encontró, para poder seguir practicando sus creencias y tocarle, cantarle y bailarle a sus dioses.
Un poco antes de autorizarlos ya habían creado algunos, como los tambores de origen bantú llamados de «Yuka» que son tres (Caja, Mula y Cachimba); o los de origen dahomeyanos-arará «Tahona», que acompañaban a la variante de la rumba que lleva este mismo nombre; Don Ortiz menciona los Bocú como un membráfono de cuero lavado de caja abierta usado en «rituales Orilé (cruzado en Oriente)»; la «Tumba Francesa» que introdujeron en la provincia oriental los esclavos que emigraron con sus colonos franceses de Haití con los tambores Premier o Redublé, Second y Bulá o Bebé, también la Tamborita o Catá Tambora para el toque o baile Mazún; quizás los más importantes han sido los de origen yoruba, los tan famosos tambores «Batá» que también son tres: el «Iyá», «Itótele» y «Okónkolo». Después de creada la secta secreta Abakuá (1836), de procedencia carabalí, ellos introdujeron a sus ritos un trío de tambores llamados Bencomo, Cosilleremá y Llaibillembi.



Conga, Tumbadora, Bongó y Pailas
Además de los tambores mencionados en la Estampa anterior, construyeron varios tipos de marugas o maracas y según la Dra. Sanjurjo, los negros afrofranceses trajeron la «Marímbula» que produce tres o cuatro notas destacando «la armonía con la persistencia de bajo continuo» usándose en la música popular; los de procedencia carabalí crearon el «Ekón» especie de cencerro; y entre los de procedencia bantú se destaca el «Tingotalango» o «Tumbadera». Pero los instrumentos de influencia afrocubana que más se construyeron fueron los tambores que se impusieron en la música popular, destacándose la Conga, la Tumbadora, el Bongó y las Pailas. Poco antes de nacer el Bongó se habían creado las Pailas, indispensables en todos los conjuntos o charangas que toquen un Danzón.

Maracas
En el diccionario de Helio Orovio aparece la maraca en dos clasificaciones: la aborigen y la cubana. De la de los indocubanos cuenta que está «formada por dos tallos de magüey adheridos, que contienen piedrecillas en su interior.» En las tribus taínas solamente la podía usar el behique, sacerdote o médico hechicero, para ‘comunicarse con deidades que les traían prosperidad’, mucho tiempo después es que se usan como instrumentos rítmicos en las orquestas típicas, siendo indispensables en las Rumbas, Congas, Boleros y Guarachas. Desde el siglo XVI, debido a la escasez de instrumentos musicales que se traían de Europa, se comenzaron a usar las maracas en las misas católicas «junto a otros instrumentos creados en la Isla», como explicó airado el cronista José María de la Torre.
En Cuba además es usada una parecida en los ritos de algunos cultos sincréticos, como en Regla Ocha Yoruba-Lucumí el «Anakué» (maruga metálica) y el «Agógo» que son unas campanillas para evocar a sus «orishas»; los ñáñigos-Abakuá construyeron el «Erikundi» (sonajas); los de procedencia arará-Dahomey tienen otro tipo de maruga llamada «Assongué»; y en las Tumbas Francesas de Oriente usan una clase de maruga metálica que se le conoce como «Chachá». Existe además el «Chekeré», considerado a veces como un tipo de maraca.

Sobre las Maracas el gran investigador Natalio Galán en su insuperable libro «Cuba y sus sones» nos aclara: «Cuando los conquistadores llegaron encuentran el aborigen batiendo a una sola maraca. Fue el criollo quien emplea ambas, batidas por un solo ejecutante, con una resultante rítmica más rica.» Por lo que es cierto que en todas Las Antillas donde habitaban tribus de taínos existía ya la maraka o maraca, pero fue el criollo cubano el que introdujo las dos en su música autóctona, empezando por sus guateques guajiros e incluyendo sus orquestas urbanas.

Claves, el Güiro, Calabazo, Cencerro y Botija
Para el 1700 ya los cubanos contaban con tres de sus instrumentos más originales: las claves y las maracas, además del Güiro. Galán aclara que es a finales del siglo XVII que las claves «añadieron su timbre en los conjuntos populares, cuando La Habana comenzó a definirse como un arsenal, donde el negro esclavo gustó del sonido de las clavijas de ácanas que fijaban el maderamen de los barcos a modo de clavos.» En el diccionario de Helio Orovio dice que el Güiro posiblemente proceda de la música bantú «aunque no se puede desechar la idea de que los amerindios lo utilizaron.»

El calabazo es parecido, pero se confeccionaba con una especie de calabaza alargada y seca. El Guayo es manufacturado totalmente de metal, semejando el guayo de mano donde se rayaba el maíz o el queso. Al igual que las maracas y en muchos casos el cencerro, generalmente es tocado por uno de los cantantes o coristas del conjunto u orquesta donde se tiene. Del Cencerro dice Ortiz «imitación criolla del Ekón ñáñigo», por lo que fueron los afrocubanos de procedencia carabalí los primeros en usarlo. Ortiz también aclara que ofrece dos sonidos distintos dependiendo el lugar por donde sea percutido.

La Botija o Botijuela, que en sus días fue el instrumento que sustituyó al bajo. Consistía en una botija de barro de las que importaban el aceite «con una perforación o agujero pequeño en uno de sus lados, por el que se sopla, mientras con el movimiento de una de las manos introducida por la boca, se modifica el sonido, que sirve de acompañamiento al resto del conjunto.»



Tres
En Cuba tenemos un instrumento de cuerda muy hispánico al que nombramos Tres. Se deriva de la guitarra española. Relataba Alejo Carpentier en «La Música en Cuba» que el nacimiento del Tres se debe al año 1562, cuando se populariza “El Son de la Ma’Teodora”. El brazo se hacía de una madera más fuerte y las cuerdas de curricán encerado. Nené Manfugás, personaje casi legendario, lo tocaba sobre 1892, por las calles de Santiago de Cuba, traído de Baracoa.» Al parecer Nené Manfugás fue muy popular en el carnaval de Santiago de Cuba desde el año 1892 donde ejecutaba «un instrumento rústico de tres cuerdas dobles y una caja de madera llamado tres».
Entre los instrumentos de cuerda preferidos por nuestro pueblo además de nuestro Tres y la guitarra española, estaban el Laúd de procedencia árabe parecido a la Mandolina; similar al Laúd teníamos la Bandurria española que antiguamente era de 3 cuerdas sin trastes en el mástil. Estos instrumentos se usaron mayormente en la música rural además, le agregaron el machete (que percutían con un cuchillo por el lomo del mismo y con un clavo o varilla por el dorso); Quijadas (que es el hueso maxilar superior o inferior de un animal de carga que moviéndose o frotando suavemente se le saca sonido a los dientes cuando chocan entre sí); «Reja» o diente o pico de arado (a falta de cencerro le sacaban un sonido muy similar percutiéndolo generalmente con un clavo de línea).



También se han visto en las congas callejeras del Carnaval y antiguamente en el Día de Reyes elementos sonoros y rítmicos como: El Sanmartín (una plancha simple de hierro bien templado encorvada que se percute con una barita de hierro dando solamente dos notas); Galleta (tambor similar al bombo, pero más achatado); Cuchara (de las que también se usan para comer, se hacen percutir sobre cualquier superficie de madera); Cajón (preferiblemente de bacalao que sustituye al tambor a falta de éste, percutiéndose igualmente con las manos); Sartén (dos sartenes pequeños sujetados a una armazón de madera para poderse apoyar, se percute con dos baquetas o varillas metálicas o de madera). No podemos olvidar a la «Corneta China» adaptada a nuestra música, como dijera Ortiz «transculturada» que se introdujo primeramente en las comparsas asiáticas del barrio chino habanero.

Guaguancó


El guaguancó es un ritmo que se originó en Cuba, más precisamente en La Habana, coincidiendo con la abolición de la esclavitud en la isla en 1886. El guaguancó es una de las formas de la rumba y contiene una fusión de varios rituales profanos afro-cubanos. Las otras dos variedades importantes de la rumba son el Yambú y la Columbia.


El guaguancó, por lo general con textos anónimos, es interpretado con tres tumbadoras y por una suerte de caja de madera percutida con palillos. A los percusionistas se les agrega un coro que responde a un solista.
Los bailadores presentan una coreografía en la que el hombre persigue a la hembra con movimientos de sumamente eróticos. Ella, aunque en un primer momento lo rechaza, la final lo consiente. Este acto que representa la "conquista" del hombre a la mujer recibe el nombre del “vacunao”.

Las composiciones más antiguas, las denominadas "guaguancó del tiempo de España" se corresponden con el fin de era colonial española en Cuba.


En su forma primitiva el guaguancó estaba formado por tres secciones:

La primera parte era la "diana": un fragmento melódico en el cual el cantante, con mucho aplomo, improvisaba algunos "tralalala lalá", sin ningún significado textual, sino con el objetivo de tararear la melodía que desarrollaría durante el canto. Es que, como el grupo de guaguancó carece de instrumental melódico, es la voz humana la encargada de toda la melodía.

Después, el cantante introducía el tema de la canción, el texto. El texto del guaguancó trata acontecimientos diarios referidos a las personas específicas o a las cosas. Los versos podían ser décimas (estrofa octosílaba de diez versos también llamada "espinela". Son versos pareados), o incluso prosa. La temática de los guaguancós es frecuentemente luctuosa o, al menos melancólica.

En la tercera sección todos los miembros del conjunto entran en un frenesí rítmico mientras se repite un estribillo. Es de una alegría desbordante que sirve de contrapeso a la tristeza del tema, es una relativización de la desgracia que marca la alegría de la vida. El negro es esclavo y se ríe. En esta sección, como en todos los formatos de llamada y de respuesta, el coro repite un patrón, estribillo o sistema de frases, mientras que el cantante improvisa.

En épocas recientes, la parte vocal del Guaguancó ha eclipsado el componente bailable dentro Y fuera de Cuba (en Nueva York, Nueva Jersey y Miami), las versiones modernas del guaguancó bailable, no tienen ninguna semejanza a la original. Ahora es bailada por parejas múltiples o rueda de casino que están libres para hacer una variedad de pasillos al son del ritmo. La amalgama del guaguancó con su hija, la guaracha, son bailes de popularidad mundial.



Sin Negro No Hay Guaguancó
Lebrón Brothers

Vamos a brindar a los negros
Vamos a brindar a los negros
Los negros del malecón
Porque sin negro no hay
Sin negro no hay
La rumba ni guaguancó
En el solar Catalina
Preparaba todo
Para bailar con los negros
Ellos están alborota'o
Y quieren bailar
La rumba y guaguancó
Con la tumba, el tumbador y soneo
Voy a bailar, que bueno

Coro:
Sin negro no hay,
Sin negro no hay guaguancó
Ay mi canto, va de guaguancó
Como lo baila Chimbó
Para bailar la rumba lo que tu necesitas
Es la tumba y un tambor
La rumba, el guaguancó, la plena y la bomba
Así se goza mejor

Coro:
Sin negro no hay guaguancó
Sin negro, sin negro
No hay guaguancó

RUMBA


La rumba, es tanto como una familia de ritmos musicales como un estilo de danza de Cuba. Este complejo musical es de raíz africana. Hay tres tipos de rumba: el Yambú y la Columbia, de Matanzas, y el Guaguancó, de la Habana.

La rumba era típicamente una danza folklórica afrocubana que servía como un baile de fertilidad. Tomó sus bases para baile de salón a partir del son cubano. La rumba se bailaba en las tabernas, bares y similares de aquella época. Se hizo popular en las primeras décadas del siglo XX. Los anglosajones suelen utilizar la palabra rumba o salsa para definir toda la música y bailes cubanos.

La Rumba es un término colectivo que engloba una gran variedad de formas de baile históricas y presentes en Cuba, las cuales ya se conocían des siglo XVIII. Muchas de las formas que posteriormente se desarrollaron fueron limitadas solamente a Cuba. Las plantaciones de caña de azúcar en Habana y Matanzas fueron los centros principales de evolución de la Rumba. Los elementos característicos de este baile abierto de pareja, con figuras de baile a menudo complicadas, son los movimientos cadera y pelvis basados en la tradición africana.

La Rumba se caracteriza por sus movimientos eróticos y a veces grotescos. Las canciones hablan a menudo sobre la vida diaria de la gente de color de clase obrera. Muchos de los elementos de la Rumba han influido y han enriquecido otros bailes folklóricos: la Guaracha, la Carioca, el Beguine, la Conga, el Mambo y el Cha-cha-cha. En 1970 la Rumba llegó a Europa de forma estabilizada y comercializada vía Nueva York, donde ya había adoptado elementos del Jazz en el son montuno desde 1943 llamado jazz afrocubano.


Después se creara el mambo en 1948 y se crearon fascinantes bailes con dos variantes: el estilo rápido cubano de la Rumba llamado mambo bolero coreografía que usaban los ingleses, y el estilo continental lento cuadrado de la Rumba basado en una coreografía francesa. (El Bolero cubano debe ser separado del Bolero español basado en el Fandango con un ritmo de 12/8).

La instrumentación para la rumba incluye tres tumbadoras (la tumbadora es un tambor inventado en Cuba que, a diferencia de los africanos, tiene llaves). Dos de los tambores, (la tumbadora prima y el segundo o tres), marcan el ritmo básico; la tercera tumbadora llamada "quinto", (que se afina más alto), da los golpes improvisados, los floreos dirigidos a los bailarines.