Como mencionamos con anterioridad, esta última forma o
manera de comunicación, llamada también música, música erudita, música culta,
música seria, o música de concierto, es la menos reconocida en el mercado
internacional, y por su falta de exposición y por su innata complejidad ha sido
casi totalmente ignorada por los propios cubanos, del escritor al obrero, del
político al industrial, de las clases pudientes a las pobres, de historiadores
a ávidos amantes de la música popular.
No obstante durante el siglo diecinueve que Cuba produce sus
primeros instrumentistas de renombre internacional, del pianista José Manuel
(Lico) Jiménez (1855-1917) y de la pianista y compositora Cecilia Aritzi
(1856-1930) a los violinistas Claudio José Domingo Brindis de Salas (1852-1911)
y José White (1836-1912). Jiménez, tras muchos viajes de conciertos por todo el
mundo, emigró a Alemania. Activo en la Corte de Weimar, fue amigo de Liszt, se
casó con una dama alemana y murió en Hamburgo, donde está sepultado.
White escribió obras de piano, para clavicordio y orquesta,
y para cuarteto de cuerdas, y su fama como compositor se asienta principalmente
en un excelente "Concierto para Violín y Orquesta" y en la siempre
popular "La Bella Cubana", para violín y piano, transcrita
posteriormente para voz y piano. Desde un punto de vista artístico-sociológico
es importante hacer notar que Jiménez, Brindis de Salas y White eran músicos
mulatos y negros que tuvieron carreras nacionales e internacionales
triunfantes, lo cual atestigua con gran fuerza que sus pujantes e importantes
personalidades musicales lograron imponerse más allá de barreras raciales y
económicas.
Compositores cubanos del siglo diecinueve que crearon obras
aún bajo fuerte influencia europea son Gaspar Villate (1851-1891) y Laureano
Fuentes Matons (1825-1898), ambos autores de óperas que seguían los patrones
italianos y franceses, y algunas de cuyas piezas fueron estrenadas en París y
en Madrid; a José Mauti (1855-1937), autor de numerosas zarzuelas y de varias
piezas sinfónicas, y a Guillermo Tomás (1868-1937). Tomás fue el único
compositor cubano de esa época cuya música exhibe una fuerte influencia
alemana. Como director de orquesta no sólo tocó a Wagner por primera vez en
Cuba sino que expuso a las audiencias cubanas, también por primera vez, a la
música de Richard Strauss -cuyo poema sinfónico "Así hablaba
Zaratustra" fue escuchado en La Habana sólo 13 años después de su estreno
en Frankfurt (ocurrido en 1896)- y a la música de Max Reger.
Antes de explorar el mundo de la música de arte cubana deben
mencionarse dos compositores quienes, aunque primordialmente actuaron dentro de
las fronteras de la música popular y comercial, se aventuraron a crear obras
musicales de mayor envergadura y quienes por tanto, ocasionalmente, se
adentraron en el campo de la música cubana clásica. Fueron ellos Gonzalo Roig
(1890-1970), cuya opereta cubana "Cecilia Valdés" (1932) y cuyo
"Quiéreme mucho" (1911) han circunnavegado el globo, y Ernesto
Lecuona (1895-1963), cuyas obras de teatro lírico crearon una importante
colección de zarzuelas cubanas, y cuyas mejores piezas para piano se han hecho
mundialmente famosas.
Es también dentro del marco del siglo veinte que la música
de arte cubana se desarrolló como una de las contribuciones importantes a la
historia de Cuba. Los dos primeros compositores cubanos de música de arte que abrazaron
las técnicas contemporáneas (en este caso la música de Stravinsky y de Bartók)
son Amadeo Roldán (1900-1939) y Alejandro García Caturla (1906-1940), cuyas
ricas y atrevidas paletas armónicas, su uso de las grandes formas sinfónicas, y
su magnética manipulación de las fuerzas orquestales lograron situar por vez
primera a la música cubana dentro de la música de arte contemporánea universal.
Los dos ballets de Roldán "La Rebambaramba" (1928) y "El Milagro
de Anaquillé" (1929), y el poema sinfónico de Caturla "La Rumba"
(1933) permanecen siendo imponentes y valiosísimos documentos de la música de
arte cubana.
Del binomio Roldán-Caturla al presente, la música culta
cubana ha continuado creciendo en poder e imaginación, despertando un creciente
respeto y admiración internacionales. Tras estos dos compositores mencionados,
la música de arte cubana se mueve a través de los años de actividad de José
Ardévol (1911-1981), compositor catalán radicado en Cuba desde los años 30 que
fue fundador y mentor del primer grupo integral de compositores cubanos de
música de arte. Ardévol y este grupo de compositores jóvenes compartían credos
estéticos y técnicos comunes, creando así una verdadera escuela de compositores
que se agruparon bajo el nombre de Grupo de Renovación Musical. El Grupo de
Renovación incluyó a algunos de los compositores que actualmente son los
decanos de la música de arte cubana.
Muchos de ellos permanecieron en Cuba tras el triunfo de la
revolución castrista, y entre éstos hay que mencionar al también musicólogo y
crítico musical Edgardo Martín (nacido en 1915); a Harold Gramatges (nacido en
1918), quien recientemente fue galardonado con un prestigioso premio
internacional creado por la Sociedad General de Autores y Editores de España; a
Gisela Hernández (1912-1971); a Hilario González (nacido en 1920); y a
Argeliers León (1918-1988), quien fue también un importante musicólogo e
investigador.
Un valioso y variado grupo joven de compositores cubanos de
música de arte continúan la tarea de expandir la dimensión y el alcance de este
tipo de música. Constituyen una generación profundamente afectada por el
triunfo de la revolución castrista. Este nuevo contingente de compositores
cubanos de música culta incluye a Sergio Fernández Barroso (nacido en 1946),
residente del Canadá por muchos años, cuya música para computadoras le ha
traido mucho reconocimiento y triunfo; a Tania León (nacida en 1943), quien
vive en Nueva York, es consejera de numerosas orquestas sinfónicas e
instituciones musicales norteamericanas, actúa asimismo continuamente como
directora de orquesta, y es autora de una ópera que se estrenó en Ginebra en
1999; y a Raúl Murciano, Orlando Jacinto García, Julio Roloff, Armando
Tranquilino y Viviana Ruiz, todos residentes en Miami.
Estilísticamente, todos estos multifacéticos compositores
cubanos de música de arte, de Roldán al presente, han colocado a Cuba en la
vanguardia de la composición musical universal de nuestros días, utilizando
politonalidad, atonalidad, procedimientos seriales, elementos aleatorios,
medios electrónicos, formas abiertas, notación proporcional y gráfica, y medios
de expresión post-seriales y post-modernistas.
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